Vigorexia y otras adicciones a la imagen

por | Jun 8, 2021 | psicología | 0 Comentarios

Vigorexia y otras adiciones a la imagen 

 En lo que a salud se refiere, que el deporte es indiscutiblemente bueno es uno de los consensos mayormente aceptados. Recomendado para todas las edades y en todos los formatos (individuales o de equipo,) la práctica del deporte se asocia al bienestar personal y la vida sana. Para la mayoría de las dolencias, la actividad física está recomendada acorde a las posibilidades de cada cual. El sedentarismo se asocia a: enfermedades vasculares, obesidad y todo tipo de dolencias que nos imaginemos. Además se suele relacionar con un estilo de vida poco “cool” y ocioso. En definitiva, el reposo no es sexi. 

 

Nadar, correr, ir al gimnasio, montar en bici, jugar al pádel, etc forma parte de las rutinas actuales de un importante número de personas. También para la salud mental, los beneficios de la práctica deportiva son evidentes. Por eso, en consulta suelo recomendar hacer deporte como una herramienta de afrontamiento para casos de depresión, ansiedad, etc… Especialmente interesante es para las personas con problemas adictivos, ya que ayuda a compensar los efectos de los malos hábitos derivados del consumo continuado de sustancias.  No obstante ¿Se puede llegar a tener adicción al deporte? ¿Es esto malo teniendo en cuenta el abrumador consenso en torno a sus bondades? ¿Es posible que a pesar de la conveniencia haya casos en que se pueda volver perjudicial? 

 

Vigorexia y adicción al deporte

Hoy hablamos de la vigorexia, que aunque oficialmente no está catalogada como trastorno psicológico en los principales manuales diagnósticos (DSM V, CIE 10) es una realidad cada vez más habitual en las consultas. Hablamos de personas para las que el deporte se ha convertido en un serio problema a nivel psicológico y físico. La vigorexia, también conocida como anorexia inversa, dismorfia muscular o Complejo de Adonis, puede ser considerada como un tipo de adicción comportamental.

 

La práctica deportiva aumenta la secreción de endorfinas en sangre, moléculas reguladoras de la sensación de felicidad, dolor, excitación, relajación… Estas  se liberan cumpliendo una función analgésica que calma las sensaciones incómodas y generan un estado de bienestar en la persona. Dependiendo de la intensidad, periodicidad y duración del ejercicio que se realice, este proceso puede derivar en una dinámica en la que cada vez se necesite una mayor intensidad para provocar la misma sensación y lo que era algo saludable, se puede convertir en algo parecido a una adición.

 

A nivel físico, esta problemática puede provocar lesiones, trastornos alimenticios, enfermedades cardiovasculares, lesiones hepáticas, disfunción eréctil y cáncer de próstata. A nivel psicológico suelen ser habituales los pensamientos obsesivos ante el volumen de masa muscular propia, la distorsión de la imagen corporal y la autopercepción de debilidad.  Al mirarse al espejo, nunca está  lo suficientemente fuerte como para dejar de consumir desequilibradas dietas hiperproteicas. La sed muscular les empuja a experimentar con esteroides anabolizantes y otros tipos de drogas que mejoran el rendimiento del tejido fibroso. Se suele tener cierta tendencia a la automedicación, así como a dejarse asesorar por personas sin preparación médica. Es habitual que el deporte sea la máxima preocupación de la persona, dejando en segundo plano las relaciones familiares, amistades o incluso las responsabilidades laborales.

 

Patologías de la imagen corporal

Podríamos entender la vigorexia como el reverso masculinizado (que tendría en la anorexia nerviosa el ejemplo mayoritariamente feminizado) de una obsesión por el “ideal” inalcanzable de belleza. Ellos en la búsqueda maníaca del prototipo de macho musculado y poderoso, ellas presas de la fragilidad de un cuerpo nunca suficientemente delgado como para ser deseable. Dos caras de la misma moneda de toda una serie de problemas de índole psicológico relacionados con la imagen corporal, como pueden ser la dismorfofobia, la insatisfacción corporal o la bulimia.

 

El cuidado de la imagen personal se ha convertido en uno de los grandes mantras actuales y se relaciona con la autoestima, la popularidad y una vida sana. Y hay una parte de verdad. Para llegar a tener éxito sea empresarial, amoroso o de cualquier tipo, el atractivo asegura parte del triunfo en una sociedad mediatizada por la imagen. Afortunadamente no es el único factor para que las cosas te vayan bien, pero una apariencia deseable te pone las cosas más fáciles.

 

Todo esto genera una presión al atractivo, a la que se une la imposibilidad de una visión objetiva del propio cuerpo. Siempre se está débil, gorda, delgado, etc, ante la idea del cuerpo perfecto que tenemos inserta en nuestra imaginación desde que nos socializamos. Nuestra  autoimagen es creada a base de la reproducción constante de atractivos modelos de belleza que se nos ofrecen desde las redes sociales, las plataformas de contenido visual u otro tipo de ocio. 

 

La búsqueda de likes no escatima en filtros, poses de labios hinchados,etc. La representación propia como objeto de deseo es replicada hasta el infinito en redes sociales. La obsesión por gustar es el imperativo. Finalmente tal es la presión, que a veces la búsqueda compulsiva de una imagen lo más perfecta posible se convierte en una utopía, antes incluso que una vida sana y equilibrada. De ahí deriva el problema. Esto se lleva hasta el extremo provocando lo que llamo Patologías de la Imagen Corporal.

 

Individualismo y deporte

El higienismo  fue un importante movimiento médico y social, surgido en la primera mitad del siglo XIX, que de manera intuitiva (dada la escasa preparación de la época) fue dotando de base científica una nueva manera de entender la salud comunitaria y el control social. Las  medidas de corte higiénico sanitarias influyeron enormemente en la manera de entender la salud, el control de enfermedades, etc. Hoy nos encontramos una nueva concepción de cuidado del cuerpo. Pero con la diferencia de que esta vez es sobre el cuerpo individual donde se pone el foco, en el cuidado de sí. Ya no son las medidas comunitarias las que socorren a las personas, es el “yo” el responsable de su propia salvación, una especie de autohigienismo.     

 

Como he dicho en otras ocasiones, no hay diferencia entre lo que somos y la sociedad en que vivimos. En un mundo en el que el individualismo extremo es el imperativo a seguir, las prácticas deportivas también se individualizan; un cocktail de valores como puede ser esfuerzo, competitividad y belleza, se funden dando como resultado un sujeto obsesionado con su propio cuerpo, siendo este el objeto y el centro de todo cuidado. Esta operación provoca que poco a poco se vayan dejando a un lado otro tipo de aptitudes culturales, estéticas o creativas en pos de una auténtica dictadura del físico.    

 

El ejercicio físico en el ámbito comunitario se vuelve cada vez más difícil en las ajetreadas vidas actuales, especialmente hiper productivas y aceleradas. La falta de tiempo, la dificultad de ponerse de acuerdo a la misma hora y el mismo día, la falta de espacios en una ciudad cada vez menos pensada para las actividades colectivas… provoca la imposibilidad del encuentro para la práctica grupal. Mientras, el deporte de equipo cada vez se vincula más a la competición de élite y la profesionalización, también a la precarización. Las cifras millonarias de los Messi o Nadal de turno, poco tienen que ver con el difícil sostenimiento de la mayoría de los profesionales de los deportes minoritarios o ligas menores, por no hablar de los tristemente conocidos como “juguetes rotos”.  

 

El ejercicio amateur sin embargo se individualiza y queda el gimnasio, el running  y poco más, como alternativas al devaluado deporte comunitario. Las ciudades posindustriales se llenan de ensimismados individuos con auriculares, equipación pseudoprofesional y todo tipo de gadget. Ya no solo sales a correr como una sana costumbre de toda la vida, ahora «eres un runner». Las marcas personales se comparten en redes buscando los ansiados likes, las carreras por el entorno del barrio devienen en ultramaratones y así hasta el infinito. Competir hasta con uno mismo, virtuosa combinación del modelo Coacher con el deporte; “saca lo mejor de ti mismo”.     

 

Por otro lado, los gimnasios se abarrotan en un aparente espacio de sociabilidad, pero la pléyade de espejos devuelve la mirada de nuevo hacia uno mismo, en una constante incitación al egocentrismo. En los vestuarios (al menos en los masculinos), las conversaciones giran en torno a las horas de trabajo en las máquinas o el peso levantado mientras suenan cocteleras de batidos de proteínas. Toda una hoguera de las vanidades que tiene como fin el culto al cuerpo y poco más, apenas rastro de vida sana.     

 

La deriva individualizante en el deporte y en sus prácticas actuales, son algunas de las razones para la proliferación de estas nuevas problemáticas en torno al cuerpo. Siempre defiendo la relación directa que hay entre el incremento de los problemas en salud mental y el individualismo. En el caso de la vigorexia y otras patologías de la imagen esto es especialmente visible, ya que es sobre lo extenso del cuerpo donde recae el síntoma de que algo no anda bien.

 

¡Del deporte también se sale!

Espero que no se malentienda la ironía del título. Estoy absolutamente a favor del ejercicio deportivo en todas sus disciplinas y para todas las edades. Lo recomiendo fervorosamente en pos del equilibrio mental y la salud corporal. Yo mismo practico de manera regular desde hace bastantes años la natación y percibo los beneficios a diario. La crítica va dirigida a un  modo de entender el culto al cuerpo que está derivando, cada vez más, en auténticos procesos adictivos y no pocas veces en situaciones autodestructivas. 

 

Desde el punto de vista de la intervención psicológica es necesario entender la relación que hay entre las patologías de la imagen (como la vigorexia), y otro tipo de problemáticas encubiertas. Detrás de la obsesión por la búsqueda de una imagen atractiva podemos encontrar: depresión, complejos de todo tipo, baja autoestima, personalidad narcisista,  TLP, etc. Es por eso que la intervención pasaría por indagar qué puede estar velado tras la apariencia de una imagen deseable. El encubrimiento de que algo no funciona y que en realidad, te sientes débil ante un mundo para el que nunca te verás suficientemente competente. Por eso se necesitan prótesis musculosas o huesos visibles, ofreciendo al exterior lo que no soporta del “adentro”.

 

El reputado neurobiólogo portugés Antonio Damasio, nos muestra en su libro “El error de Descartes” que el filósofo francés, creador del famoso “cógito ergo sum” se equivocaba al separar cuerpo y mente. Es decir, demuestra que el entendimiento (mente) no está separado de las emociones y sentimientos (cuerpo). De ahí, la falacia de creer que se puede atender a un aspecto (el corporal), sin tener en cuenta el cultivo de lo mental.  En realidad no hay diferencia alguna entre cuerpo y mente, todo lo que ocurre en uno tiene su correlato en la otra. Lo que pensamos, sentimos y nos emociona, está íntimamente ligado con la parte física. Estar saludables no es solo tener un cuerpo “healthy”, es también ampliar las capacidades cognitivas.

 

El ejercicio físico es fundamental, sí. Pero es bueno también tener otros intereses que no pasen en exclusiva por el culto a la pura imagen. El fomento de las actividades culturales, la  formación artística y creativa, la solidaridad y justicia social, la preocupación por la naturaleza,  la lectura, la filosofía, la formación académica, las charlas con vecinas y amigos, asistir al teatro, al cine o conciertos…. Todo eso es también cuidar el cuerpo, es terapéutico. Y de paso, te hace ser una persona atractiva y, por qué no, también sexy para mucha gente.     

 

Por otra parte, existen prácticas deportivas más vinculadas a lo comunitario que habría que promover. Hablamos de algo tan sencillo y divertido como reunirse para lanzar unas canastas, organizar pachangas deportivas, caminar por la ciudad con “tu gente”, hacer senderismo, montar en bici en grupo, quedar para correr, jugar a la petanca, el ecodeporte, el yoga grupal en espacios abiertos. Este tipo de prácticas son fundamentales y nos ayudan a vivir en sintonía, ya que además de ponerte en forma, lo hacen de manera mucho más sostenible: física, mental y ecológicamente.

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