Con la irrupción de la llamada sociedad hipertecnológica, era de Internet, realidad hiperconectada, o como la queramos llamar, no solo ha cambiado la forma de comunicarnos. También se ha transformado nuestra forma de relacionarnos, de trabajar, de enamorarnos, de divertirnos, etc.
Se trata de una auténtica revolución que implica la colonización de la mayoría de áreas en nuestra vida. Estos cambios en nuestros hábitos cotidianos traen consigo una necesaria reconfiguración a nivel psicológico, que ha transformado de manera radical la relación de las personas y el mundo que nos rodea. Esta manera de usar los dispositivos tecnológicos es tan completa y profunda, que forma parte del “yo” más íntimo”.
Conocemos de sobra las interesantísimas posibilidades que están surgiendo en esta nueva era, pero, por otra parte, tenemos que entender que cada época trae asociada el surgimiento de nuevas problemáticas propias del momento histórico en que se vive.
Y es que cada vez es más habitual recibir en consulta a personas con problemas (infancia, adolescencia, pero también adultez) derivados de un uso problemático de las nuevas tecnologías: imposibilidad de desconexión, obsesión con las redes sociales y likes, visionado compulsivo de páginas pornográficas, apuestas descontroladas, uso continuo de videojuegos, etc. Hasta tal punto que se ven afectadas la mayoría de las áreas de la vida, como la profesional, familiar, académica, etc.
Podemos hablar en estos muchos casos de usos de las tecnologías que rayan lo adictivo (tecnoadicciones, socioadicciones…). Y aunque son problemáticas muy actuales, en realidad pueden ser formas de “tapar”, sufrimientos habituales, ser soledad, depresión, ansiedad, etc.
El funcionamiento de las llamadas adicciones tecnológicas es más o menos el siguiente: antes de enfrentar un mundo que aplasta, prefiero la seguridad de la interfaz digital, así que me transporto a “mi” realidad de disfrute ideal e infinito, donde se establece una relación intensa con la red. (Es decir, se multiplican las posibilidades relacionales, lúdicas, eróticas, etc. Pero con tal de no enfrentarte a una realidad, que me resulta insoportable, estás acaban atrapando).
El enfoque que, creo, debe tener el tratamiento de estas problemáticas, tiene que pasar por la comprensión profunda de lo que lleva a no enfrentar la realidad cotidiana (problemas familiares, interpersonales, laborales, afectivos, etc).
Tenemos entonces que crear formas de enfrentar los problemas derivados del uso de la tecnología de manera realista y productiva. Por lo que a la hora de enfocar el tratamiento de las nuevas adicciones, estas no pueden ser tratadas como tradicionalmente se ha hecho con las drogas, el juego o el alcohol, haciendo del control y la abstinencia la base del tratamiento. Hoy no podemos dejar de usar las tecnologías, más que en algunos momentos puntuales de desconexión, ya que vivir separados de las tecnologías, hoy por hoy es estar fuera del mundo.
Desde este punto de vista, apuesto por una doble vía de intervención psicológica en estas situaciones. Por un lado, comprender y profundizar en la raíz de los conflictos personales, causa última de la huida hacia adelante con el “enganche” digital. Por otro, tratar de trazar una relación más productiva, creativa y segura con las tecnologías y, de paso, con el mundo “real” (periodos de desconexión temporal, formación en herramientas digitales avanzadas, etc).