Seguro que todos conocemos a personas viven todo el año de dieta en dieta. Se pueden observar diversas formas de manifestación de estos comportamientos: sufriendo en situaciones sociales donde la comida es el centro, hablando con ansiedad cuando se trata de alimentación, saltándose “puntualmente” el estricto régimen que llevan apenas una semana cumpliendo, etc.
Esta situación es cada vez más habitual en la clínica psicológica y suele concurrir, cuando no ocultar, problemas de autoestima, depresión , sensación de vacío, angustia, etc. La “ciencia” psicológica, tan aficionada a la etiquetación, ya ha puesto nombre a lo que puede ser considerada una especia de adicción a las dietas o “permarexia”.
Fenómeno mayoritariamente feminizado, dada la presión que hay hacia la mujer de mantener el cánon de belleza ideal. En los hombres también es cada vez más habitual comportamientos similares, aunque suelen manifestarse de otros modos, por ejemplo, solo hay que visitar un gimnasio para observar la ingente cantidad de batidos proteínicos que circulan en los vestuarios masculinos, o las miradas auto-eróticas de los tensos músculos ante el espejo.
Nos encontramos entonces en una sociedad donde el ideal de belleza, asociado a la extrema delgadez especialmente en mujeres, es un imperativo. Resulta habitual observar cómo personas que desde pequeñas no cumplen con este mandato de estar atractivas a toda costa, son menospreciadas, acosadas y sometidas a tal presión, hasta el punto que podemos hablar de una autentica “gordofobia”. Es fácil entender entonces la ansiedad por tratar de estar siempre deseable a los ojos del los otros, a base de dietas, gimnasio y sacrificio.
Lo que trato de exponer es que, a menudo, el esfuerzo y la contención de “la dictadura de la dieta eterna”, tiene como consecuencia estados de ansiedad, que derivan en diversa maneras de calmarla desde la oralidad. Consecuencias: atracones nocturnos, abandonos constantes, periodos de anorexias, episodios bulímicos, etc.
Además es habitual que esto concurra con sentimientos del culpa que genera la ruptura del proyecto de deseabilidad, sentimientos que son interiorizados individualmente y van desde el auto castigo, a la mala conciencia, odio a si misma…
Derivado de esto: más ansiedad que se trata de calmar con más ingesta, más compulsividad…un constante circulo vicioso difícil de abandonar. Me pongo a dieta, rompo la misma, me siento culpable, me frustro, me siento ansiosa, como más aún, cojo más kilos, vuelvo a ponerme a dieta y así hasta el infinito.
Y no es que sea malo en sí, querer estar delgada, atractivo o en forma, al contrario, es sano mental y corporalmente, y te puede ayudar a relacionarte socialmente. Pero desconfío de los regímenes alimenticios autoimpuestos, y entiendo que el exceso de control y el sacrificio de una estricta dieta, puede ser incluso perjudicial para llegar a tener una vida equilibrada a todos los niveles. Al contrario, nos encontramos dietas que son auténticas generadoras de ansiedad, y a la larga (permitidme el atrevimiento), “engordan”.
Me parece mucho más prudente, desde el punto de vista mental y físico tener una dieta equilibrada en el día a día, en los hábitos cotidianos. No tener en casa, ni ingerir en la calle: dulces, bebidas azucaradas, comidas grasas, precocinados o fritos. Pero en momentos determinados, permitirse comer lo que se apetezca, disfrutar sin remordimientos de lo que más me gusta, y si es en compañía, mejor. No esclavizarse de las modas de vida “healthly”, ni prestar demasiado atención a las calorías, retos gimnásticos, etc. Tener el hábito de practicar deportes, pero sin obsesiones, como una actividad más del día a día.
Y es que la relación que establecemos con la comida, es uno de los muchos modos que podemos adoptar de satisfacer nuestras angustias, de dar salida a la ansiedad. Los problemas relacionados con la alimentación más que un problema son un síntoma, un “algo no marcha bien”.
En la terapia el enfoque con este tipo de problemática pasaría por buscar nuevas formas, más creativas y productivas, de dar salida a los miedos que nos acechan, las obsesiones que nos atrapan. Buscar un estilo de vida creativo, adquirir hábitos de vida equilibrados, en todos los planos de la vida, en todas la relaciones que nos circundan y en el planeta que habitamos.